Es imposible tratar de describir todo lo que se puede vivir entre cuatro personas platicando en una banca en medio de una privada. ¿Qué tanto se puede hacer? Uy, si yo les dijera no acabaría nunca... Obviamente platicar, pero son de esas pláticas que nunca se te olvidan y que te hacen reir de una manera tan padre que cualquier preocupación pasa a segundo plano. Los temas son infinitos, desde política, películas, temas de actualidad hasta choques de coches y mascotas no deseadas. Total un sin fin de moralejas. También hemos comido de todo... sandwiches de cajeta, papas, torta de papa, pays, helado, dulces, en fin. Hemos tenido uno que otro agregado a las pláticas. Unos con seis patas o los tradicionales de solo dos. Algunos obviamente no son muy bien recibidos, pero la mayoría si. Gracias a esos intrusos hemos explorado algunas áreas de la biología y la química que ni en la escuela vemos. ¿O a poco ustedes saben cuanto tarda y con qué cantidad de alcohol se quema un cara-de-niño? Pues no ¿verdad? Parte de lo padre de estas charlas nocturnas son la espontaneidad con la que se dan. No hacemos cita, ni quedamos en nada, y en menos de lo que nos damos cuenta ya llevamos horas platicando. No se cual sea el record de más horas ahi, pero creo que lo mas tarde que nos hemos quedado es como hasta las 3 de la mañana, y eso que le paramos por el frío porque los temas son infinitos! Habrá mas anécdotas, más humor y más experiencias, pero por lo pronto:
¡Gracias Hugo por los chistes! ¡Gracias Lulú por las risas! ¡Gracias Nieves por las historias!
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