Monday, March 19, 2007

Tengo un ángel más en el cielo. Ahorita debe estar escogiendo una nube desde donde pueda ver todos los partidos de futbol, pero especialmente desde donde pueda seguir vigilando y consintiendo a sus nietos. Así fue siempre; ya fuese desde su famosa banquita o de su balcón, el abuelo Juan nunca perdía de vista los quehaceres tanto de chicos como de grandes. Los partidos de fútbol siempre contaban con un entrenador, director técnico y árbitro que monitoreaba nuestras jugadas con el mismo interés que una final mundialista. Para él nada era mejor que reírse de las puntadas de Fer, gozar de la risa de Lulú, disfrutar del talento panbolero de Hugo y Juanjo, observar las travesuras de Arturín y Toñín, ni platicarnos de lo mucho que sabía y había vivido.
Recuerdo bien el sinfin de pláticas que tuvimos sentados en esa misma banquita cada fin de semana. Con una Pepsí en mano y anteriormente con un cigarrito, las horas pasaban volando en lo que nosotros agotábamos todos los temas que se nos ocurrían. El fútbol, la pólítica, la historia, los viajes, el trabajo, la escuela, la comida... abarcábamos todo de principio a fin. Nunca lo dudé, pero siempre me recordaba cuanto le gustaba esa banquita.
Le encantaba tomar fotos de toda la familia, su mayor adoración. Rara vez faltaba su Pepsí, su vaso de vino, unas papas "light" y su palm, uno de sus juguetes favoritos (empatado con la cámara y la Murano). Nunca le gustaba ir al super ni a Perisur (menos en domingo), pero siempre iba con tal de hacer compañía. Los sábados se preparaba una torta al llegar del trabajo y salía a comerla a la banquita donde siempre podríamos encontrarlo (a menos de que estuviesen jugando sus Chivas).
Siempre esperábamos con ansia la Semana Santa, sabíamos que esos pocos días de descanso y convivencia eran lo mejor de todo el año. Nos chocaba tener que correr en las mañanas a apartar una mesa, pero hasta hacía las cosas un poco más emocionantes. A Juan le gustaba sentarse en la orilla de la alberca y dependiendo del calor se metía un rato o regresaba a la mesita donde teníamos prohibido mojar a alguien.
A todas nos decía guapas, a uno que otro su nieto latoso, odiaba al América al igual que al Peje, le encantaba todo tipo de música, especialmente la regional (tanto de España, como de México), fue idealista y emprendedor - se quejaba de cualquier cosa que le molestara, pero siempre proponía una solución. Entre semana siempre estaba de traje y corbata, pero los fines de semana nunca faltaban sus pants del Madrid.
Era bromista, pero le gustaba más reírse de las payasadas de Rafa, los comentarios de Nieves y las locuras de Ana y Maribel. Siempre nos cuidaba, pero también era nuestro cómplice, era quien nos ofrecía un chocolate más cuando todos los demás nos lo habían negado.
Qué difícil va a ser ver vacía esa banquita, pero aunque nosotros no veamos a nadie ahí, sabemos que Juan siempre estará vigilándonos desde donde está, que nos regañará si nos ponemos tristes, que seguirá riéndose con nosotros, que gritará "gol!" en nuestros partidos y sobre todo que nos cuidará como el buen abuelo que siempre fue.
Tomando fotos en Semana Santa

En su cumple con Hugo y Marisa

Con su nieto latoso


Conmigo en Semana Santa

Me confesó que ser padrino de Lulú fue una de las cosas más bonitas que le hayan pedido

Entre todas nuestras pláticas te confesé muchas de mis ambiciones y ahora sé que gracias a todo lo que me diste soy capaz de cumplirlas. Siempre te llevaré conmigo abuelo.

1 comment:

Ricardo Otero said...

Recuerdo por qué terminó mi aventura tapatía del verano de 2004. En aquellos días, le brindaron un homenaje por parte del Presidente Municipal de Ecatepec, puesto que él ocupó en los 60. Me arrepentí como nunca no haber estado presente...

Yo sabía que le quedaba poco tiempo, y uno de mis motivos para regresar, fue él.

Efectivamente, nos dejó un 7 de septiembre de 2004. Fue homenajeado nuevamente, y en uno de esos actos polítiquillos, pedí el micrófono y les recordé a todos como ese hombre nos conmovió en su discurso de las bodas de oro: su inmenso amor por este país y su reconocimiento por las mujeres...

"Al principio, fue mi madre, luego mis tías (quedó huérfano a los 7) y en los últimos 50 años, mi esposa. Pero siempre he tenido a una mujer a mi lado que me ha hecho ser mejor."

Mi Ángel, porque así se llamaba, me dejó esas dos grandes lecciones que recuerdo cada vez que medito sobre mi apellido paterno.

Y es que sí sé cuando aprendiste de él... Ojalá todos supieran ver, como lo vemos tú y yo, el gran legado que deja un abuelo.